El contexto macroeconómico sigue mejorando, con una contribución relevante de la política fiscal.

Los indicadores adelantados continúan dibujando un panorama más positivo que el esperado hace algunos meses.

En Europa podríamos asistir a una reactivación a partir del segundo trimestre del año, al tiempo que en EE.UU. se mantiene un crecimiento del PIB relativamente robusto.

Todo ello, eso sí, con unas políticas fiscales netamente expansivas, que en algún momento tendrán que rebajarse. En EE.UU. difícilmente ocurrirá en este año electoral, lo cual hace que el factor de la elevada deuda pública sea uno de los mayores riesgos para los mercados.

Los Bancos Centrales manejarán el «timing» de las bajadas en función de la inflación y el crecimiento.

Como siempre, la actuación de los Bancos Centrales vendrá determinada por la evolución del crecimiento económico y de la inflación. Aunque hay que destacar que las políticas monetarias actuales son «restrictivas», esto es, el tipo de intervención es superior al que cabría considerar como «neutral».

En conjunto, teniendo en cuenta que el PIB de la eurozona crece por debajo de su nivel potencial, junto a la evolución más positiva de la inflación (frente al caso estadounidense), el BCE podría bajar tipos en junio, adelantándose a la FED.

Subida del precio de la energía

Destacamos la subida en el precio del petróleo y del gas natural en el mes, por los efectos puntuales que pudiera tener en la evolución mensual del IPC general.

Los factores detrás de esta subida serían el mantenimiento de restricciones por el lado de la oferta de crudo (OPEP+), junto a la esperanza de un crecimiento económico global al alza (mayor demanda) y potenciales problemas de suministro derivados de los conflictos bélicos.

Confiamos, no obstante, en que esto no suponga el inicio de una tendencia al alza más prolongada, pues podría tener nuevos efectos indeseados en la inflación y, por ende, en la política monetaria.

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