La Fundación Caja Rural del Sur ha presentado este viernes, 25 de agosto, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) el libro ‘Regla Manjón Mergelina, la Condesa de Lebrija. Arte. Filantropía y poder en Sevilla (1851-1938)’, de las que son autoras María Mercedes Fernández Martín y Magdalena Illán Martín.

Las Bodegas Hidalgo La Gitana de Sanlúcar han acogido la presentación del libro que impulsa la Fundación Caja Rural del Sur, y cuya presentación contó con la asistencia del presidente de la entidad, José Luis García-Palacios Álvarez.

Con una gran presencia de público y coincidiendo con el inicio del segundo ciclo de las Carreras de Caballos en la playa, las autoras han expuesto algunos de los rasgos humanos de una mujer que rompió techos de cristal en sectores muy masculinizados durante el siglo XIX como el arte o la empresa.

José Luis García-Palacios Álvarez, presidente de la Fundación, elogió la obra, de la que dijo que merece más de una lectura, y ha anunciado que trasladará al Ayuntamiento de Sevilla la petición de dedicar una calle destacada de la ciudad hispalense a Regla Manjón Mergelina, tal y como ya sucede en Sanlúcar, lugar de nacimiento de la condesa de Lebrija. «Artista, poeta, pintora e incluso musa de algunos pintores como Sorolla», ha dicho García-Palacios sobre una mujer que poseía «valores criticados por aquel entonces pero con los que el tiempo ha acabado dándole la razón».

Además, Isabel de León, sobrina bisnieta de la condesa, mostró el agradecimiento por sacar a la luz las virtudes «de una mujer excepcional en todos los sentidos, sanluqueña de nacimiento y sevillana de adopción», según indicó.

La figura de Regla Manjón, la Condesa de Lebrija, jugó un papel muy importante en los primeros años del siglo XX. Fue nombrada hija adoptiva y predilecta de Sevilla (1916), fue la primera mujer académica de número de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría (1918), académica correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1920) y miembro de la Comisión de Monumentos de Sevilla (1922).

Una mujer vanguardista

Según expresaron las autoras, su forma de pensar era impropia del siglo XIX, centrada en un humanismo que a ojos actuales parece de absoluta lógica, ya que apelaba por la abolición de la esclavitud. Impulsó además importante tertulias literarias en Sanlúcar y Sevilla.

Contrajo matrimonio con Federico Sánchez Bedoya, un político muy admirado que favoreció la popularidad de la condesa, que llegó a ser una mujer muy poderosa que, tal y como suele suceder en esos casos, acumuló muchos amigos y enemigos.

En una Sevilla de finales de siglo XIX que sufrió una gran crisis económica y sanitaria, fue una persona destacada por su labor social, llegando a presidir la Casa de Expósitos y luchando muy activamente contra la tuberculosis.

Y por si fuera poco, también demostró importantes dotes para los negocios, retomando la actividad de las Bodegas de la Viuda de Manjón una vez que su madre falleció, que le dejó una sustancia herencia que la condesa administró haciendo gala de su filantropía.

Una vida dedicada al arte

María Mercedes Fernández ha ensalzado la importancia de Manjón en la cultura y el arte de Sevilla, siendo una referencia para muchos anticuarios que avisaban a la condesa cuando llegaban a sus talleres obras que podían ser de interés.

Además de su amor por las obras, defendió la divulgación y el aprendizaje en aras de la cultura, por lo que siempre tuvo su casa abierta a todos los investigadores y estudiosos. De su carácter benefactor para impulsar el arte pudieron dar buena cuenta, por ejemplo, los hermanos Bilbao, Gonzalo y Joaquín, a los que les encargó retratos de su marido ya difunto.

Al ser esta circunstancia conocida, muchas personalidades acudieron a ella y colaboró en diversas iniciativas como en la coronación de vírgenes, la construcción del monumento a San Fernando o incluso el de Cristóbal Colón en los Jardines de Murillo.

En su Casa Palacio de la calle Cuna, en Sevilla, realizó obras adaptando las distintas estancias a su gusto y necesidades, destacando en la planta alta el espacio dedicado a la biblioteca, en la que llegó a reunir más de 6.000 volúmenes, mientras que la planta baja la acondicionó como una casa romana, que pasó a conocerse con el sobrenombre de Museo Italicense por la profusión de mosaicos procedentes del yacimiento que adornaban sus suelos.

(Con información de La Voz de Cádiz – Foto: Antonio Vázquez).