Recuerdo con cariño y nostalgia como cuando mi hija se traslado a estudiar fuera de casa lo primero que estuvimos analizando eran sus necesidades financieras, inicialmente el volumen dinerario que necesitaba era desorbitado, por lo que le indique que hiciese un presupuesto de gastos en una hoja de cálculos, distinguiendo entre los gastos obligatorios, es decir aquellos que no podía dejar de pagar como era el alquiler de la vivienda. Los necesarios, que en nuestro caso eran aquellos que no podían eliminarse pero que si podían reducirse si hiciese un consumo más moderado y los ocasionales que eran aquellos en los que en caso de necesidad podían reducirse e incluso eliminar como podían ser comidas fuera de casa, un móvil nuevo o un refresco en la cafetería. De esta forma tratábamos de registrar todos los gastos que realizase mensualmente, distinguiéndolos según su tipología. Eso sí, siempre le decía que actuase con sinceridad, tratando de no olvidar ningún tipo de gasto, e incluso que destinara una parte para el ahorro, eso le permitiría tener un pequeño “colchón” para poder realizar durante meses futuros un gasto excepcional e inesperado. Creo que de esta forma han ido aprendiendo a realizar su presupuesto, que no es más que un pequeño documento donde han ido proyectando sus gastos en función de los ingresos recibidos, que eran los que sus padres les iban abonando mensualmente en su cuenta, de hecho nosotros, también tuvimos que hacer el mismo ejercicio que las niñas para poder adecuar los ingresos y gastos. No podemos olvidar que el objetivo de elaborar un presupuesto es tener un mayor control de nuestros gastos y que el presupuesto debe ser el límite de gastos que se puede realizar durante un período. El presupuesto nos ayudará a identificar en qué estamos gastando de más y cuál es nuestra capacidad de ahorro.

El presupuesto que tiene como objetivo el proyectar y estimar los gastos del periodo, es una herramienta esencial para cualquier persona, empresa o entidad pública, para prever cuáles son los gastos que va a tener que afrontar durante un período de tiempo determinado, así como los ingresos con los que va a contar, en el que, una vez transcurrido el período de tiempo correspondiente ha de ser evaluado para controlar las desviaciones y ajustarlo lo máximo posible después.

No tener un presupuesto implica improvisar ante las diferentes situaciones a las que las personas, las empresas o las administraciones Públicas tendrán que enfrentarse durante el año.

Un presupuesto familiar pretende calcular la cantidad de dinero que empleará durante el siguiente mes para gastos personales, como vivienda, alimentación, y otros con el objetivo de no pasarse de los ingresos recibidos.

Las empresas, sin embargo suelen realizar presupuestos anuales, donde se incluyen los ingresos, gastos y flujos de caja con el objetivo de evaluar su estado económico.

El Estado y el resto de Administraciones Públicas, por su parte, deben presentar  anualmente y de la manera más trasparente posible, el presupuesto asignado para el gasto público del siguiente ejercicio fiscal.

En definitiva, independientemente de quien realice el presupuesto, su importancia radica en que nos permite establecer previsiones y planes de acción para manejar nuestro dinero de la manera más eficiente posible, y por ello, el presupuesto puede ser la mejor herramienta posible.

Lorenzo Jiménez Márquez